domingo, 10 de mayo de 2009

Las sirenas

El cuento de Hans Christian Andersen ha inmortalizado a la Sirenita, cuya efigie, sobre una roca del puerto de Copenhague, contempla tristemente el mar al que nunca más volverá. Se supone que el mito de la sirena, mitad mujer mitad pez, pudo nacer de la manera siguiente: Ignorando la existencia de manatíes y dugongos, y descubriéndolos cerca de las orillas de mares lejanos, los primeros exploradores debieron de creer de inmediato que se encontraban ante criaturas fantásticas con figura humana y cuerpo de bestia...



La imagen de la doncella de cabellos trenzados con perlas, mejillas de nácar y ojos verde mar, se sobrepuso naturalmente a la descripción para colmar el insoportable vacío afectivo, la necesidad de ternura y de poesía de aquellos hombres.



La leyenda de las sirenas



Narraciones de encuentros con sirenas aparecen en los informes de numerosos navegantes. En su diario de a bordo, Cristóbal Colón relata haber divisado tres en 1493, en un estero de la costa de La Española. «Su belleza está muy lejos de ser como la describe Horacio», comenta, evidentemente decepcionado.



En las costas del este de Africa y de la isla de Sri Lanka, los navegantes portugueses de los siglos XV y XVI encontraron dugongos, parientes de los manatíes, y clasificados como ellos en el orden de los sirenios. Pronto difundieron historias sobre la existencia de hombrestritones, de frailes marinos y de sirenas.

En 1560, liadas. Cuando amamantan a sus crías, las aprietan entre sus largos brazos termi¬nados en cinco dedos. Esta actitud evoca la imagen de la mujer que acuna al niño en brazos... En lo que se refiere a su canto, es cierto que los manatíes dan a veces, gritos prolongados...

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