Cientos de observaciones en todo el subcontinente norteamericano sugieren que el fabuloso píesgrandes existe realmente. Pero, ¿cómo puede sobrevivir esta criatura primitiva en la sociedad más desarrollada del mundo?
INFORMES FIDEDIGNOS acerca de «hombres-bestia» en el subcontinente americano se dieron a conocer ya en 1830. Aunque para la información anterior a 1900 tenemos que confiar en viejas crónicas periodísticas, investigadores decididos han encontrado algunas descripciones sugerentes de bestias muy similares a las observadas en la actualidad.
En 1851, por ejemplo, un diario local publicó la historia de dos cazadores de Greene County (Arkansas) que vieron un rebaño perseguido por un «animal que tenía las inconfundibles características del ser humano». Era de gigantesca estatura, su cuerpo estaba cubierto de pelo y su cabeza provista de largos rizos que tapaban casi por entero cuello y hombros.
El «hombre salvaje», después de mirarlos fijamente durante un momento, se volvió huyendo a gran velocidad con saltos de tres a cuatro metros. Sus huellas medían unos 33 centímetros.
Las huellas del Hombre-bestia
El cronista añadía que se pensaba que el ani¬mal era «un superviviente del seísmo que asoló la región en 1811». En casi todos estos primeros informes se consideraba a los hombres-bestia como «hombres salvajes», suponiendo que eran humanos que se habían refugiado en los bosques y en cuyo cuerpo se había desarrollado un tupido manto de pelo. Pero la moderna teoría evolucionista consijdera esto improbable.
Esta observación, que tuvo lugar en Arkansas, demuestra que las apariciones de píesgrandes no se limitan a los estados del Noroeste (norte de California, Oregon, Washington) y la Columbia Británica, donde se han producido la mayoría de ellas.
Aunque en dichas regiones, con vastas zonas de montañas boscosas, se ha originado más información que en otras, piesgrandes o sus huellas han sido vistos en casi todos los estados norteamericanos y en las provincias canadienses. En Florida, muy lejos de lo que se considera el territorio tradicional de los piesgrandes, se han producido numerosas observaciones de «monos pestilentes» en los últimos años.
Muchos informes se limitan a describir un hombre-bestia apenas entrevisto en lugares boscosos. Pero existen otros muy detallados que muestran ciertos rasgos característicos.
Al parecer, los piesgrandes son tímidos y no gustan de la presencia de los humanos, aunque también tienen una vena de curiosidad y a veces se acercan por la noche a grupos que acampan en los bosques, contemplan sus pertenencias y, ocasionalmente, balancean su caravana o su coche. Esta conducta y antiguos informes sobre la destrucción de campamentos de buscadores de minerales ponen de manifiesto el deseo de ahuyentar a los intrusos.
También han sido vistos merodeando cerca de casas de campo y aldeas, atraídos probable¬mente por la facilidad para conseguir comida.
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