Es así, la mala suerte no existe. En la gran mayoría de los casos, al menos en un ochenta por ciento, los sucesos que nos acaecen y consideramos casi inexplicables, esos que genéricamente atribuimos a algo de vaga definición y origen misterioso, y que denominamos mala suerte, en realidad sí tienen una explicación, un origen claro, un motivo.
La mala suerte no existe
Dicho de otro modo, la mala suerte existe, por supuesto, quién va a dudarlo. Pero no es, como habitualmente cree la mayoría de las personas, una especie de fuerza ciega que flota en el aire y cae en cualquier momento sobre cualquier cosa. No, claro que no.
Es más, está muy lejos de ser algo unívoco, más bien se trata de un amplio conjunto de fuerzas de muy diferente origen que se conjugan y alternan. Su mayor o menor presencia y confluencia en nuestra vida es lo que llamamos buena o mala suerte.
No es lo mismo un hecho desgraciado, producido por la influencia momentánea de una circunstancia nefasta (un gato negro que se cruza, para dar un ejemplo), que un hecho desgraciado que es producto de un maleficio echado con toda deliberación sobre la persona, como por ejemplo sucede con el Mal de Ojo.
Aunque los dos hechos citados los veamos en conjunto como expresiones de un momento de mala suerte, lo importante es detectar el origen de cada uno para poder combatirlo. Porque como todos habremos oído alguna vez, "a la buena suerte hay que ayudarla". Y no se la ayuda sólo con mantener una actitud mental positiva -lo cual es ya de por sí un gran amuleto en contra de toda mala influencia que ronde el ambiente-, sino también con elementos mucho más prácticos y concretos: talismanes, conjuros, acciones, ejercicios y otros elementos.
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